Risco Caído

En la margen izquierda del curso bajo de Barranco Hondo, a unos 100 metros de altura con respecto al cauce, se encuentra el antiguo poblado troglodita de Risco Caído, en un entorno muy rico en vestigios pa­leontológicos.

El asentamiento está formado por un total de 21 cuevas excavadas en la toba volcánica situadas en lo alto de un escarpado acantilado que forma un saliente sobre la margen izquierda de Barranco Hondo, entre los ba­rranquillos del Parral y el de Los Linderos. Conocido también como Risco Maldito, este antiguo poblado se encuentra abandonado desde mediados del siglo XX, una muestra más de la pervivencia en tiempos recientes de formas de vidas de herencia prehispánica.

En el conjunto sobresalen por su importancia astronó­mica, ceremonial y simbólica las cuevas denominadas C6 y C7, situadas al norte del poblado, probablemente las más antiguas, y que acogen lo que fue uno de los más importantes santuarios de montaña de los antiguos ca­narios. Todas las cuevas están dotadas de gran profusión de grabados púbicos, cazoletas y bajorrelieves.

La cueva C6, conocida como almogarén o santuario de Risco Caído, es un recinto excavado de planta circular y cúpula paraboloide, muy poco frecuente en este tipo de construcciones en la isla.

Además de su especial arquitectura, lo más signifi­cativo es que esta cueva dispone de un ingenio óptico o canal de luz excavado que proyecta la luz del sol o la luna llena en una de las paredes de la cámara principal, donde se encuentran precisamente las manifestaciones rupestres en forma de cazoletas y triángulos púbicos y grabados en bajo relieve. Se trata de una manifesta­ción única que muestra un lenguaje visual insólito para estas culturas, una hierofanía consistente en la proyec­ción dinámica de la luz solar que penetra por la aber­tura, específicamente diseñada para tal fin, creando una sorprendente secuencia de imágenes que se proyectan sobre parte de los grabados. Se recrea de tal suerte un relato con imágenes visuales en movimiento que se repite desde tiempo inmemorial, cuyo discurso tendría funcionalidad simbólica y astronómica. De hecho, la cue­va C6 constituye un marcador solsticial y equinoccial extremadamente complejo y singular en su concepción construcción.