La Mesa de Acusa, que en sí mismo constituye un impresionante monumento geológico, acoge uno de los mayores y espectaculares enclaves trogloditas de los aborígenes. Este llamativo asentamiento bordea los escarpes de la gran llanura fértil en la que culmina la meseta.
Los poblados se excavaban en lugares estratégicos pero preferentemente en la base de los escarpes. Los graneros colectivos ocupan las partes más inaccesibles del acantilado, y algunos eran ciertamente inexpugnables, como el del Álamo, el más fortificado de los que se han conservado en Gran Canaria. También las cuevas de habitación en ocasiones están provistas de un silo en su interior.
También se han localizado cuevas utilizadas como lugar de enterramiento. Estas suelen estar situadas en lugares apartados de los poblados, en los andenes superiores en zonas aisladas o próximas a los graneros. En Acusa se han encontrado restos momificados de hombres y mujeres adultos, a los que no se les extrajeron las vísceras, y que aparecieron envueltos en pieles de cabra y esteras de junco.
Destaca en este amplio complejo la Cueva de las Estrellas, oquedad artificial que despliega una decoración a base de un punteado blanco sobre fondo negro-humo que asemeja la visión de un cielo estrellado.
Acusa Verde, Acusa Seca, Los Corrales, El Álamo, La Candelaria, El Hornillo, Fortamaga y El Vedado del Tablón, son los nombres actuales de los distintos “barrios trogloditas” que hoy se reconocen en Acusa. Muchos están ya despoblados, pero conviene señalar que hasta el siglo XVIII, Acusa tuvo más habitantes que el propio pueblo de Artenara, cabeza del municipio. Acusa se convierte así en un ejemplo paradigmático de la continuidad del hábitat troglodita prehispánico desde la conquista hasta el presente.