Sin descartar la posibilidad de alguna exploración anterior, la arribada de los primeros amaziges continentales a las islas parece haberse producido a caballo del cambio de la era cristiana; es decir, hace poco más, o poco menos, de 2.000 años. Su voluntad de asentarse de manera duradera es clara pues, además de incluir los contingentes individuos de uno y otro sexo, estos traen con ellos plantas y animales domésticos. Ignoramos todo acerca de la manera concreta en que se produjo esta colonización. Lo único cierto es que a partir de un momento determinado los amaziges continentales se vuelven isleños dando lugar a una serie de culturas insulares únicas.
Sin perder del todo sus raíces continentales africanas, se hacen, paso a paso, isleñas y oceánicas. Ahí radica la excepcionalidad histórica y cultural de estas poblaciones canario-amaziges varadas, como sus islas, frente a las costas del África atlántica.
Una de las expresiones más elocuentes de los paisajes construidos, pensados y sentidos por los canario-amaziges está constituida por los espacios sagrados de montaña. En ellos, donde residen formas especialmente sofisticadas de dominación simbólica, el espacio humanizado se da la mano con una naturaleza idolatrada para relacionar la percepción y la acción, lo ideal y lo material, lo sacro y lo profano.